En todos los tiempos también se manifestó resistencia hacia los Poderes constituidos.
Uno de esos movimientos de resistencia fue el de los Cátaros.
Ellos creían que el Universo estaba compuesto por dos mundos en absoluto conflicto: uno espiritual creado por Dios, o la Esencia del Bien, y otro material forjado por Satanás, que era la Esencia del Mal.
Según la comprensión cátara, el Reino del Bien no es de este mundo. El Bien creó cielos y almas. El Mal creó el mundo material/social, de las apariencias y vanidades, las guerras y la Iglesia Católica.
Para los cátaros, los hombres son una realidad transitoria, una “vestidura” de la simiente angélica. Afirmaban que el pecado se produjo en el cielo y que se ha perpetuado en la carne.
La doctrina católica tradicional, en cambio, considera que el pecado fue la cópulación y contagia al espíritu, que estaría en un estado de caída como consecuencia del pecado original.
Para los católicos, la fe en Dios redime, mientras que para los cátaros la redención exigiría un conocimiento del estado anterior del espíritu para purgar su existencia mundana.
No existe para el catarismo aceptación de lo socialmente dado, de la vanidad social, considerada un sofisma tenebroso que obstaculizaba la salvación.
Los cátaros también creían en la reencarnación. Las almas se reencarnarían hasta que fuesen capaces de un autoconocimiento que les llevaría a la visión de la Bondad Suprema y así poder escapar del mundo social de las apariencias y elevarse al paraíso de la naturaleza pura.
La forma de escapar del ciclo de las vanidades mundanas era vivir una vida ascética, sin ser corrompido por el mundo. Aquellos que seguían estas normas eran conocidos como Perfectos.
Como eran Cristianos de la primera hora (anterior a la instauración de la Iglesia de Roma y de la conversión del Emeprador Constantino se consideraban herederos de los apóstoles, con facultades para anular los pecados y los vínculos con el mundo material de las personas.
Los cátaros se consideran continuadores de la iglesia primitiva fundada por Jesús, quién decían, no había encarnado.[27]
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